Novena a Nuestra Señora del Discernimiento

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INTRODUCCIÓN

¿Qué es el discernimiento?

En su acepción (definición) más conocida, la palabra “discernimiento”, significa, saber distinguir entre aquello que es bueno o malo, conveniente o no conveniente, beneficioso o no beneficioso para nuestra vida. Es, por tanto, que, ante una situación específica, el discernimiento, aspira a lo más favorable de quien discierne dicha situación.

El discernimiento va asociado al juicio moral, el acto de discernir es una virtud. El individuo, entonces, valora si una acción es buena o mala. Esta virtud, le da al hombre la habilidad de negar o certificar el valor moral de una determinada situación.

El discernimiento, una vez resuelta la situación, debe llevar a la prudencia de la acción, pues los actos, serán finalmente, quienes juzguen si aquello que se consideró bueno, conveniente o beneficioso, en realidad lo es.

¿Qué es el discernimiento espiritual?

En el ejercicio de la práctica espiritual, el discernimiento, no es solo la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, sino entre lo bueno y lo excelente, lo cual se refiere siempre a la voluntad de Dios.

El discernimiento espiritual, es la capacidad dada por el Espíritu Santo de ver la vida a través de la revelación de Dios. Por tanto, uno de los frutos del discernimiento espiritual es la capacidad para caminar con sabiduría y a la vez caminar en integridad de corazón. La palabra discernir está también relacionada al conocimiento para saber qué hacer. Antes de hacer, tengo que discernir qué es lo que debo hacer.

Un ejemplo de esto, de los muchos más que podemos citar en la Biblia, lo encontramos en el Primer Libro de los Reyes; Salomón, está orando de la siguiente manera: “Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?” (1 R 3, 9). Salomón le está pidiendo a Dios que le dé esa capacidad de la que estamos hablando, pero la razón por la que lo pide es para poder diferenciar, a la hora de gobernar, entre el bien y el mal.

La clave del discernimiento espiritual

San Ignacio de Loyola (1491 – 1563), uno de los santos más representativos e importantes en la práctica del discernimiento espiritual e impulsor de los famosos “ejercicios espirituales o ignacianos”, refiriéndose a este tema, enseña que el discernimiento interior consiste en reconocer los espíritus y sus mociones o movimientos interiores. Por eso en sus reglas de discernimiento subraya que en nosotros hay “voces” (pensamientos o mociones) que pueden reducirse a tres fuentes:

  1. La diabólica (tentaciones sutiles).
  2. La natural (el propio gusto o voluntad propia).
  3. Y la divina (las inspiraciones de Dios).

María, modelo de discernimiento espiritual

La Virgen María sabía que lo mejor para ella, para los demás, y para el Reino de Dios, era cumplir en todo momento, la voluntad del Padre con alegría; por eso en algunos trazos de los evangelios, podemos vislumbrar en Ella a una mujer de discernimiento profundo. Y esto se percibe particularmente, en sus palabras, en sus silencios, y en su modo de obrar.

La Madre de Dios es para nosotros un modelo que nos ayuda a dejarnos guiar dócilmente por Dios. A Ella fácilmente podrían referirse las palabras de Jesús, cuando dice: “Mis ovejas conocen mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10, 27).

En los evangelios, particularmente en los episodios de La Anunciación (Lc 1, 26-38); La Visitación (Lc 1, 39-45); El Magníficat (Lc 1, 46-55); La profecía de Simeón (Lc 2, 33-35); María y sus parientes buscan a Jesús (Mc 3, 20-21.31-35); Las bodas de Caná (Jn 2, 1-12) y María al pie de la cruz (Jn 19, 25-27); Dios nos presenta en María un modelo de discernimiento para:

  1. Distinguir el origen de los pensamientos y deseos.
  2. Conocer la voluntad de Dios.
  3. Concretar y llevar adelante el proyecto del Señor.

Dejémonos guiar pues por el Espíritu Santo, fuente de todo discernimiento, para que, así como Él asistió a María al momento de dar su “sí” a Dios y llevar a cabo la obra redentora y salvadora de la humanidad; nosotros, igual que Ella, aceptemos la voluntad de Dios en nuestras vidas.

María, Nuestra Señora del Discernimiento, sé nuestra guía y modelo, para llevar a feliz puerto -en la búsqueda de la perfección y santidad- nuestras vidas.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL DISCERNIMIENTO

(Para todos los días)

Oh Virgen María, Nuestra Señora del Discernimiento: Tú, la hija de Dios Padre, la madre del Señor y la esposa del Espíritu Santo, asístenos con tu brazo maternal, para conducir nuestras vidas por el camino correcto, el que nos conduce a Dios.

Madre buena, tú, que escuchaste la voz de Dios por medio del arcángel Gabriel y guiada por la asistencia del Espíritu Santo, dador de vida y verdad, y asumiste la voluntad de Dios en tu vida, con tu “” generoso y decidido; ayúdanos a decir sí a lo que Dios quiere, según Su voluntad.

Tú, te muestras Madre querida, radiante y llena de esplendor, tu manto representa la pureza, virtud excelsa con la que Dios te ha premiado. Tu sonrisa, refleja la expresión dichosa de quien se acoge con amor y libertad a la voluntad divina. Tus brazos abiertos, en signo de alabanza, acompañan la alegría de acoger la voluntad del Padre. Tu hijo Jesús, cercano a tu regazo, nos muestra la confianza que en Ti depositamos como nuestra madre celestial y modelo de discernimiento, para acercarnos más a Él y a Dios. Tu pie y el de Tu hijo, aplastan con fuerza la cabeza de la serpiente, el mal espíritu que nos conduce al pecado y tuerce nuestro deseo de Dios. A Tus pies, Madre bondadosa se muestra un camino que se pierde en el horizonte, este camino es nuestra vida; ayúdanos pues, como lo hiciste Tú, a ponernos en marcha, para que nuestra vida no sea infecunda, para que en aquel horizonte encontremos la razón de nuestra vida, -encontremos a Dios.

Nuestra Señora del Discernimiento, Tú vas caminando, con las palmas de Tus manos enfrente, guardando una postura de equilibrio, de discernimiento, de no tener miedo. Tu postura nos indica que debemos hacer un pare en nuestras vidas para llenarnos de valor ante las adversidades y enfrentar con tenacidad, como Tú lo hiciste en los momentos de más dura prueba, las adversidades que nos hacen perder el camino y oscurecen nuestro horizonte.

Quiero pues Madre mía, oh Virgen querida, colocar en este momento a Tu poderosa intercesión, todo mi caminar, para que las cosas que haga de aquí en adelante, estén iluminadas y conducidas por el mismo Espíritu que a Ti te guió en Tu misión, y así poder cumplir la perfecta voluntad divina. Amén. (Se reza un Ave María y Gloria).

DÍA PRIMERO

La prudencia en el discernimiento

“El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ‘¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo’. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo” (Lc 1, 26-29)

María discurría y examinaba qué podría ser aquel saludo, y si la presencia fulgurante y misteriosa que se le presentó era un ángel de Dios o si por el contrario era un ángel de Lucifer, que, escondido bajo forma de ángel de luz, se presentaba para confundirla y conducirla por caminos errados. Estas formas sutiles de tentaciones a las que son sometidas las personas buenas son a lo que se refiere el apóstol Pablo cuando dice: “El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Co 14).

El hombre o la mujer que busca desarrollar el discernimiento y hacer la voluntad de Dios es también una persona prudente. La prudencia se tendrá al juzgar la conveniencia o no de la propuesta, así como también al juzgar el origen de esa moción. Sin embargo, tengamos en cuenta que la prudencia no significa pasividad y temor, sino por el contrario, es la concentración inteligente de la fuerza, para ponerla en acción en el momento oportuno y de la manera adecuada.

Otro punto que es importante mencionar, es el poder que tiene la palabra pronunciada con autoridad espiritual, para que se realice en el corazón del oyente, lo que la palabra proclama; por lo cual leemos que el ángel le dijo: “No temas, María” (Lc 1,30).

María, al liberarse de los temores y de los miedos naturales de todo ser humano, está más dispuesta para percibir la voz del Espíritu de Dios, no solo a través del ángel, sino en la voz de Dios, que habla a la conciencia de toda criatura humana que está atenta para escuchar.

Muchas veces nuestros miedos, son tentaciones muy sutiles con los que Satanás toca las heridas de nuestra historia y alimenta la desconfianza en la providencia y el poder de Dios. Por eso, necesitamos como María, sacudirnos el miedo, preguntarle a Dios cuál es su voluntad para nuestra vida, y disponernos a cumplirla con serenidad y confianza.

Compromiso de vida

Seré prudente en mis pensamientos y acciones a ejemplo de la Virgen María, distinguiendo el origen de ellos.

Gozos a Nuestra Señora del Discernimiento

Coro

Madre del Discernimiento, del Espíritu Mansión, enséñame cuál Faro, estar bajo tu amparo, Ven y desata mis nudos, de toda confusión.

I

En la noche oscura de mi vida,

Cuando la confusión me angustia, sin saber qué hacer,

Tu recuerdo, oh Madre, trae a mi alma la alegría

Y todos mis pesares empiezan a caer.

II

De ti el consuelo venga, cuando en momentos lleno

De triste confusión, me aparte del camino que Dios me ha trazado

Y me sienta yo perdido; pero al decir tu nombre, tú vengas a mi lado

A brindarme tu auxilio, amor y compasión.

III

Del discernimiento, eres tú Madre, pues tu vida ejemplo vivo es,

Dijiste sí al Padre y con loores te ha adornado

Y de dones te ha ensalzado, por tu haber aceptado,

Haberse consumado en ti la Encarnación.

IV

Tus brazos levantados hacia cielo se dirigen

Y gozosos te reciben, en el cielo tu oración;

Y confiados, van alegres, aquellos que te siguen,

Pues eres tú el camino que llevas al Señor.

V

Tu vida fue una prueba de inicio hasta el final,

Ser la madre del Redentor, un alto precio tuvo,

Más tu fe inquebrantable, a ti siempre te sostuvo,

y de la voluntad divina, dudar nunca jamás.

VI

Llegue a ti confiado, quien su luz ve que se opaca,

Pues eres tú en la vida, faro que nunca se apaga,

Brújula siempre certera, y con tu discernir enseñas a todos,

La prudencia verdadera.

VII

“Que se haga en mí tu voluntad”, dijiste al ángel aquel día,

Y aunque un poco sorprendida, no dudaste en aceptar,

Pues en tu vientre se alojó, el fruto de nuestra alegría,

El Hijo del Dios altísimo, que nos vino a rescatar.

VIII

“Bendita entre las mujeres”, cantaba Isabel a María,

Reconociendo a la madre, del Mesías que venía,

Pues en ella se cumplía la esperanza prometida,

Que el Espíritu Santo en su vientre habitaría.

IX

Tu firmeza fue probada, en la más postrera hora,

Que en la cruz se consumara, la obra de la redención,

Y sin quien te sostuviera parecías pues ahora,

Más silente unida al Padre, estabas en oración.

X

Y en la tarde de la vida, cuando el amor me examine,

El camino tú me guíes, para poder alcanzar,

La promesa realizada de alcanzar de Dios la gloria,

Y lo espero de ti Madre, que me puedas ayudar.

Oración final para todos los días

 (Se reza después del compromiso de vida del día correspondiente)

Amada Virgen María: vengo a Tu presencia, para que por Tu intercesión y por medio del poder del Espíritu Santo, aquel que Te asistió y engendró a Tu querido Hijo Jesucristo, pueda alcanzar el don tan necesario del discernimiento.

Quiero colocar en estos momentos, oh madre mía, todo mi caminar… para que las cosas que piense y haga de aquí en adelante, estén iluminadas por Tu amabilísima bondad maternal, a fin de que pueda cumplir con la misión para la cual Dios me ha concedido la vida y a la vez pueda disfrutar con equilibrio y madurez todas las bendiciones que Él tiene para mí y para los míos.

María, Nuestra Señora del Discernimiento: ayúdame a descubrir las riquezas que el Espíritu de Dios siembra en mí corazón, a leer en sus inspiraciones las líneas del proyecto que Dios desde toda la eternidad, ha acariciado en su corazón para mí. Ayúdame a reconocer los obstáculos que se levantan en mi corazón para la realización de esta obra. Sé Tú el modelo de una vida vivida en discernimiento para buscar la voluntad de Dios y realizarla en lo cotidiano de mi existencia. Amén. 

DÍA SEGUNDO

Las preguntas del discernimiento

“María dijo al Ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’” (Lc 1,34)

María en la Anunciación, ante la presencia de Dios (que a través del arcángel Gabriel irrumpe en su vida con una intervención fulgurante y misteriosa), reflexiona y pregunta, quiere saber el “cómo” de la acción divina y “qué” tiene que hacer para ser un instrumento útil en las manos de Dios. El peligro no está en hacer preguntas sobre el cómo y el cuándo, sino más bien en hacerse el sordo y no escuchar, o el no aceptar las respuestas y de las propuestas que nos vienen de Dios, como fue el caso del joven rico, a quien Jesús lo invita a dejar todo para seguirle, pero el joven se dio vuelta y se alejó, llevando consigo la tristeza a cuestas (Mt 19, 16-22).

María recibe respuestas misteriosas, no fácilmente comprensibles, que Ella, sin embargo, acepta y medita en su corazón. Es una meditación que le ayuda a progresar en la fe y en la capacidad de discernir, de ver la presencia de Dios en su vida, en la vida del mundo, como muestra en su canto del Magníficat.

María nos dice cómo ha descubierto el modo de amar de Dios, de intervenir en su historia, en la historia del mundo y cómo puede disponerse para que el Espíritu, “que la cubre”, vaya haciendo en Ella su obra maravillosa.

El preguntarle a Dios, y luego hacer silencio para esperar pacientemente su respuesta, es un paso esencial del proceso de discernimiento.

Tal vez nos preguntemos, pero ¿Cómo responde Dios? La respuesta no es tan sencilla. Gran parte de la capacidad para escuchar los susurros del Espíritu Santo consiste en, a ejemplo de María:

  • Bajar el nivel de ruido mental o emocional que es provocado por la ansiedad.
  • Ejercitar la escucha interior, intentando distinguir aquellos pensamientos que vienen de Dios a otros que proceden de nuestra propia humanidad.
  • Pedir la gracia de la indiferencia, la cual no quiere decir que a uno no le importa nada, sino más bien, que se está dispuesto para hacer aquello que Dios pide, aun cuando esto signifique una gran renuncia.
  • Ser conscientes que Dios nos habla a través de las necesidades de la humanidad y de la Iglesia, y que provee a algunos de capacidades y talentos adecuados, para responder a esas necesidades.
  • Aprender a leer los signos de los tiempos, que forman parte del lenguaje de Dios. En el caso de la Virgen María, ella sabía que el pueblo estaba a la espera del Mesías y que tenía necesidad del Salvador.

Compromiso de vida

Me preguntaré si aquello que mi corazón desea, es movido por una moción divina (se ajusta a la voluntad divina) o una moción natural (voluntad propia).

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DIA TERCERO

Respuesta al discernimiento

“Dijo María: <<He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra.>> Y el ángel, dejándola, se fue.” (Lc 1,38)

En el silencio del corazón, eco de un silencio que envuelve en ese momento todo el cosmos, que desconoce el alcance del milagro que está para acontecer, María pronuncia estas palabras, “He aquí la esclava del Señor”, palabras que cambian el curso de la historia, palabras–realidad- que abren las puertas del mundo al Verbo de Dios. Solo Dios las oiría.

Es el Dios humilde que se abaja (kénosis, como lo dice San Pablo) y le pregunta si quiere ser la madre de su Hijo. Ante Ella, Dios se inclina y espera el ser disponible en el cual encarnarse.

María en el anuncio del ángel descubre que su autenticidad consiste en el pasar del existir para sí, al existir para otro; del yo para sí mismo al descubrimiento del yo hospitalario, el yo que todo lo debe al otro yo, que encuentra su propia identidad en ser para el otro”. María encuentra su identidad en su pertenencia a Dios y de Dios, en ser esclava de Dios.

Pero ese ser esclava, no debe entenderse desde el sometimiento o la coerción de la libertad propia, no es una esclavitud entendida desde la presión humana de aquel que, sometido en su dignidad, está para servir los deseos y caprichos de otro que le ha subyugado, que lo ha dominado.

La “esclavitud” en María, debe entenderse desde el amor y la libertad de quien, libre en su conciencia y con gran determinación, ha decidido donarse toda para servir a Dios, a su señor, al “Abbá”. Por tanto, la “esclavitud” de María solo se comprende desde la entrega generosa, sin egoísmos, sin reservas, sin límites, sin condiciones. Solo se entiende, desde el “amor oblativo”.

Compromiso de vida

María, hazme caer en la cuenta de que encontrar a Dios y acoger sus llamadas, cambia la vida.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA CUARTO

Del discernimiento a la prontitud de la acción

“En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1, 39-40)

María, comprende que su vida y hacer, no se agotan en la misión de ser madre y llevar en Su vientre al Mesías, al Hijo de Dios. Ella, entiende que su misión no se desarrolla en la pasividad de quien espera a que las cosas sucedan, que las cosas lleguen.

Por el contrario, María, manifiesta la responsabilidad de su misión, con una actitud y disposición activa, manifestada en la virtud del servicio a los demás, en este caso a su prima Isabel.

La expresión “se puso en camino María” quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, a ir en ayuda de Isabel.

María, no lo hace por satisfacer una necesidad personal (la de sentirse útil, la de quedar bien, la de ser alabada) sino por responder a una necesidad que, en cierto modo, rompe sus planes. Y lo hace con dignidad (no como una esclava sino como una hermana), con cuidado (no de cualquier manera sino poniendo atención en los detalles), con prontitud (no de mala gana sino con espíritu alegre y bien dispuesto).

Quien ha discernido como María, la voluntad de Dios en su vida, comprende, que dicha voluntad siempre va direccionada, como fin último, al servicio a los demás, de forma desinteresada y bien intencionada. Así pues, el fruto del servicio, será una satisfacción, que repercute en un bien para los demás y un gozo en quien ha servido.

Contemplando a María de este modo, en su actitud servicial, entendemos hasta dónde puede fructificar en los seres humanos la gracia de Dios, qué tipo de humanidad surge cuando Dios «agracia» a una persona dispuesta a acoger su don.

Compromiso de vida

María, ayúdame, oh tierna madre a transparentar en mi vida tu actitud de servicio, con un corazón grande y un ánimo decidido.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA QUINTO

Sentimientos que brotan del discernimiento

“Y dijo María: <<Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen>>”. (Lc 1, 46-50 y ss.)

María, la de la Visitación, nos ofrece, con su canto del Magníficat, el resultado de su búsqueda, de su discernimiento.

María ha descubierto cómo Dios interviene en ella, por qué y cómo interviene en el mundo. María celebra -porque en su discernimiento en fe lo ha visto- la paradoja de la salvación mesiánica empezada, humildemente, con la concepción de Jesús, nada para los soberbios, todo para los humildes.

La Virgen María celebra lo que Dios ha hecho en Ella y, proféticamente, fija para siempre el modo de Dios de intervenir en la historia del hombre. Es la profunda mirada interior de María que la lleva a intuir cómo puede disponerse para que el Espíritu “que la cubre” vaya, sin obstáculos, haciendo crecer al Jesús de la Virgen María.

Dijo el Papa San Juan Pablo II: “Con su lectura sapiencial de la historia, María nos lleva a descubrir los criterios de la misteriosa acción de Dios. El Señor, trastrocando los juicios del mundo, viene en auxilio de los pobres y los pequeños, en perjuicio de los ricos y los poderosos, y, de modo sorprendente, colma de bienes a los humildes, que le encomiendan su existencia. Estas palabras del cántico, a la vez que nos muestran en María un modelo concreto y sublime, nos ayudan a comprender que lo que atrae la benevolencia de Dios es sobre todo la humildad del corazón”.

Y es la humildad del corazón requisito esencial en el discernimiento espiritual, puesto que quien dispone su corazón con humildad, puede comprender mejor qué es lo que Dios quiere. Más que afinar el oído, es afinar el corazón, para entrar en sintonía con la voluntad divina.

“¡Habla, que tu siervo escucha!” (1 Sm 3,10), así respondió Samuel al llamado de Dios, de esta manera abrió su corazón para aceptar su misión. El “sí” de María, el “fíat”, ha abierto no solo su corazón, sino todo su ser a aquel al que reconoce como su Dios, su padre y su todo. 

Compromiso de vida

Así como María, reconoceré y meditaré en las maravillas que Dios ha hecho en mí, reconociendo en ellas su amor y misericordia.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA SEXTO

Implicaciones del discernimiento

“Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: <<Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. >>” (Lc 2, 33-35)

María ha discernido desde la libertad, el acoger la voluntad divina y aceptar ser la madre de Jesús, el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad. Sin embargo, se encuentra ahora, ya que ha nacido su hijo, ante una situación que pondrá de manifiesto, que su misión, no culminó en la concepción de su Jesús.

Después de haber cumplido con la tradición judía de presentar todo varón primogénito en el Templo para ser consagrado a Dios, María sostiene un encuentro con Simeón (hombre piadoso que aguardaba la liberación de Israel), en el cual se marcará el camino de lo que proseguirá a María en su misión.

Las palabras de Simeón tienen un gran peso en la comprensión del papel de María con respecto a Jesús. Estas palabras, con una acentuación de dolor y sufrimiento, hacen comprender a María, lo que ha significado ser la madre del Hijo de Dios.

La última frase de Simeón, se dirige personalmente a María. “Una espada atravesará su corazón”, es decir, toda su persona. La imagen de la espada brota de la presentación de Jesús como causa de ruina y de resurgimiento de muchos en Israel, María es parte de ese pueblo, y, por tanto, tiene que correr su suerte.

La imagen de la espada, que atraviesa la más íntima personalidad de María, sugiere las dificultades para comprender que la obediencia a la Palabra de Dios está por encima incluso de los más sagrados vínculos familiares.

Es así, como María asimila, que la voluntad divina, la mueve a aceptar el camino que ha de recorrer su hijo, y, que ella, como testigo silente, más no inactivo, caminará junto a él hasta el momento final.

Compromiso de vida

Meditar en torno a la siguiente frase de San Alfonso María de Ligorio: “<<Toda nuestra perfección está cifrada en amar a nuestro amabilísimo Dios. Pero toda la perfección del amor está fundada en conformar nuestra voluntad con la voluntad de Dios>>”.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA SÉPTIMO

¿Dudas en el discernimiento?

“Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: <<Está fuera de sí>>”. (Mc 3, 20-21)

En la profecía que Simeón hizo a María, ya le había advertido lo que la figura de su hijo significaría para el pueblo de Israel, para unos significaría una esperanza, una salvación; pero para otros, sería causa de rechazo, de contradicción.

Ahora Marcos pone en evidencia esto último, el ministerio público de Jesús, la fuerza de sus palabras, la autoridad de su enseñanza, genera desaprobación y genera duda sobre su juicio. Incluso hasta sus propios familiares le tienen por loco, “está fuera de sí”.

Y María, ella, su madre, quien conoce bien a su hijo ¿Qué pensaba de Jesús? ¿De verdad está él loco? Las opiniones, ese “se decía” ¿Habrá sembrado duda en ella?

El rumor popular, deformado, consistiría en que aquella actividad desbordante de Jesús era consecuencia de sus delirios y falta de cordura. Treinta años de vida oculta, sin estudio con rabinos, y de repente comenzar su obra de predicación y de milagros, no dejaba de ser sorprendente, más aún para sus parientes, desconocedores del misterio de su divinidad. No era profeta en su patria, “ni en su casa” (Mt 13,57). Por eso podían haber venido a buscarle, por piedad familiar, para llevarle con ellos. Sus familiares, excepto María, habrían podido creer esto.

En efecto, el conocimiento que la Virgen tenía de Él excluye esto en ella. Su presencia se justifica bien. Una madre está del lado de su hijo ante cualquier rumor. El que haya ido con estos familiares no quiere decir que compartiese sus sentimientos. Sabe que hay algo misterioso en todo ello. 

Para María, no tuvo que ser sencillo ser la madre del Hijo de Dios encarnado. Ella aceptaba con agrado que Dios quisiera utilizarla para el desarrollo de sus planes, pero al mismo tiempo vemos que en ocasiones no entendía lo que Jesús hacía o pasaba con Él, pero en Su corazón de madre siempre el cumplimiento de la voluntad divina despejaba cualquier duda.

Compromiso de vida

Meditar en aquellas situaciones o cosas que me hacen dudar en mi proceso de discernimiento y a ejemplo de María abandonarnos confiadamente en las manos de Dios.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA OCTAVO

El discernimiento al servicio del Reino

“Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le dice a Jesús su madre: <<No tienen vino>>. Jesús le responde: << ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora>>. Dice su madre a los sirvientes: <<Haced lo que él os diga>>. (Jn 2, 1-5)

Respecto al papel de María en el ministerio público de Jesús, decía el Papa San Juan Pablo II en su catequesis (1997):

“En el episodio de las bodas de Caná, San Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.

Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que «estaba allí la madre de Jesús» (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos, añade: «Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos» (Jn 2, 2). Con esas palabras, san Juan parece indicar que, en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.

El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad. Dirigiéndose a Jesús con las palabras: «No tienen vino» (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exegetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.

La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.

En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su «primer signo», la prodigiosa transformación del agua en vino.

De ese modo, María precede en la fe a los discípulos que, como refiere san Juan, creerán después del milagro: Jesús «manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.

La respuesta de Jesús a las palabras de María: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2, 4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su madre.

Según una interpretación, Jesús, desde el inicio de su misión, parece poner en tela de juicio su relación natural de hijo, ante la intervención de su madre. En efecto, en la lengua hablada del ambiente, esa frase da a entender una distancia entre las personas, excluyendo la comunión de vida.

Con la expresión: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?», Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel natural de madre.

Mucho más fuerte es la motivación formulada por Jesús: «Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2, 4).

Jesús da a entender a María que Él ya no depende de Ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre. María, entonces, dócilmente deja de insistir ante Él y, en cambio, se dirige a los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes.

En cualquier caso, su confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que Ella ha dejado totalmente la iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su madre: «Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta el borde» (Jn 2, 7).

La exhortación de María: «Haced lo que él os diga», conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.

De la misma manera que en el relato de la cananea (cf. Mt 15, 24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la fe de la mujer, también las palabras del Hijo «Todavía no ha llegado mi hora», junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración”.

Compromiso de vida

Reflexionar y mediar en torno a las bienaventuranzas que nos enseña Jesús en su doctrina y descubrir qué sentimientos, como los de María, me mueven a trabajar al servicio y construcción del Reino de Dios.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)

DÍA NOVENO

El discernimiento, aceptación de la voluntad divina hasta las últimas consecuencias

“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre. <<Mujer, ahí tienes a tu hijo>>. Luego dice al discípulo: <<Ahí tienes a tu madre>>. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Jn 19, 25- 27) 

Cuando miramos a Jesús crucificado, vemos también a María presente al pie de la cruz. Contemplamos lo que la Virgen vivió al pie de la cruz y lo que quiere enseñarnos también a nosotros en nuestro camino de discernimiento de la voluntad divina.

Cabe subrayar la comunión de sentimientos y de oración que unen a María con los de su hijo amado en el momento de su muerte en la cruz. Y es cierto que, los días posteriores a este suceso, María “meditaba en su corazón” esta experiencia vivida al pie de la cruz.

Permanezcamos con María al pie de la cruz, meditemos con ella sobre las palabras que Jesús, su hijo, a través de ella, da a toda la humanidad.

Podemos preguntarnos si el dolor más grande de Jesús durante su crucifixión no fue el ver a Su madre, de pie, a su lado sufriendo con Él. Jesús sabía que, al morir, Su madre quedaría viuda y sin su único hijo; de nuevo sus pensamientos se centran no en Él sino en su madre. Se la confía al discípulo amado. Es conocedor de la importancia de la fe y de los consejos de María para sus discípulos en los días, años y siglos por venir. Jesús confía a su madre la responsabilidad del discípulo amado y de todos los discípulos amados por venir, es decir “nosotros”. Esta es una de las razones por las que María aparece en el transcurso de los siglos para expresar Su presencia maternal y Sus orientaciones con miras a seguir fielmente a Su hijo.

En este momento, crucial para Jesús y para María, quizás Ella pudo recordar aquellas palabras pronunciadas en la Anunciación “Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

El abandono a la voluntad de Dios se expresa por su diligencia en aceptar todo lo que ocurrirá como venido de la mano de Dios. No podía prever que, más tarde, esta actitud la conduciría al pie de la cruz. Nos preguntamos cómo pudo preguntar a Dios de qué manera la Cruz formaba parte de su proyecto, hasta el punto de ofrecer el perdón a los que ocasionaron tanto sufrimiento a Su hijo. Pero Jesús le daba el ejemplo. Ya que Él perdonaba a los que le hacían sufrir, Ella también debía hacerlo. ¡Cuánto debió pensar y meditar estas palabras!

Compromiso de vida

Como un acto de fe y reparación, ofreceré esta oración pidiendo a María, que nos dé la capacidad de decir sí a Dios hasta el último momento, permaneciendo firmes, como ella junto a su hijo, al pie de la cruz.

“Oh virgen María al pie de la cruz, llena de gracia y valentía. Enséñanos a mirar la cruz y a aceptar el valor del sufrimiento. También hoy vivimos la sinrazón de la violencia que se hace carne en los más débiles. No permitas que caigamos en la desesperación. Haz que mirando a Tu Hijo en la cruz podamos creer en un nuevo amanecer. Enséñanos a estar de pie junto al que sufre, para ser portadores de esperanza. Danos la valentía necesaria para asumir en su radicalidad el Evangelio. Enséñanos a caminar con Jesús y a permanecer como Tú junto a Él. Amén”.

Oración final para todos los días

(Ver día primero)